Premisa
La Exhortación apostólica impresiona por su amplitud y articulación.
Esta se subdivide en nueva capítulos y más de 300 párrafos. Se abre con
siete párrafos introductivos que ponen en plena luz la conciencia de la
complejidad del tema y la profundización que requiere. Se afirma que las
intervenciones de los Padres en el Sínodo han compuesto un “precioso
poliedro” que debe ser preservado. En este sentido, el Papa escribe que
“no todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser
resueltas con intervenciones del magisterio”. Por lo tanto para algunas
cuestiones “en cada país o región se deben buscar soluciones más
inculturadas, atentas a la tradiciones y a los desafíos locales. De
hecho,“las culturas son muy diversas entre sí y todo principio general
(…) tiene necesidad de ser inculturado, si quiere ser observado y
aplicado”. Este principio de inculturación resulta verdaderamente
importante incluso en el modo de plantear y comprender los problemas
que, más allá de las cuestiones dogmáticas bien definidas del Magisterio
de la Iglesia, no puede ser “globalizado”.
Pero sobre todo el Papa afirma inmediatamente y con claridad que es
necesario salir de la estéril contraposición entre la ansiedad de cambio
y la aplicación pura y simple de normas abstractas. Escribe: “los
debates que se dan en los medios de comunicación, en las publicaciones y
aún entre ministros de la Iglesia, van desde un deseo desenfrenado de
cambiar todo sin suficiente reflexión o fundamentación, hasta la actitud
de pretender resolver todo aplicando normativas generales o extrayendo
conclusiones excesivas de algunas reflexiones teológicas”.
Capítulo primero: “A la luz de la Palabra”
Puestas estas premisas, el Papa articula su reflexión a partir de la
Sagrada Escritura en el primer capítulo, que se desarrolla como una
meditación sobre el Salmo 128, característico de la liturgia nupcial
tanto judía como cristiana. La Biblia “está poblada de familias, de
generaciones, de historias de amor y de crisis familiares” y a partir de
este dato se puede meditar cómo la familia no es un ideal abstracto
sino un “trabajo ‘artesanal’” que se expresa con ternura pero que se ha
confrontado también con el pecado desde el inicio, cuando la relación de
amor se transforma en dominio . Entonces la Palabra de Dios “no se
muestra como un secuencia de tesis abstractas, sino como una compañera
de viaje también para las familias que están en crisis o en medio de
algún dolor, y les muestra la meta del camino” .
Capítulo segundo: “La realidad y los desafíos de la familia”
A partir del terreno bíblico en el segundo capítulo el Papa considera
la situación actual de las familias, poniendo “los pies sobre la
tierra” , recurriendo ampliamente a las Relaciones conclusivas de los
dos Sínodos y afrontando numerosos desafíos, desde el fenómeno
migratorio a las negociaciones ideológicas de la diferencia de sexos
(“ideología del gender”); desde la cultura de lo provisorio a la
mentalidad antinatalista y al impacto de la biotecnología en el campo de
la procreación; de la falta de casa y de trabajo a la pornografía y el
abuso de menores; de la atención a las personas con discapacidad, al
respeto de los ancianos; de la desconstrucción jurídica de la familia, a
la violencia contra las mujeres. El Papa insiste sobre lo concreto, que
es una propiedad fundamental de la Exhortación. Y son las cosas
concretas y el realismo que ponen una substancial diferencia entre
teoría de interpretación de la realidad e “ideologías”.
Citando la Familiares consortio Francisco afirma que “es sano prestar
atención a la realidad concreta, porque “las exigencias y llamadas del
Espíritu resuenan también en los acontecimientos mismos de la historia”,
a través de los cuales “la Iglesia puede ser guiada a una comprensión
más profunda del inagotable misterio del matrimonio y de la familia”.
Por lo tanto, sin escuchar la realidad no es posible comprender las
exigencias del presente ni los llamados del Espíritu. El Papa nota que
el individualismo exagerado hace difícil hoy la entrega a otra persona
de manera generosa. Esta es una interesante fotografía de la situación:
“se teme la soledad, se desea un espacio de protección y de fidelidad,
pero al mismo tiempo crece el temor de ser atrapado por una relación que
pueda postergar el logro de las aspiraciones personales” .
La humildad del realismo ayuda a no presentar “un ideal teológico del
matrimonio demasiado abstracto, casi artificialmente construido, lejano
de la situación concreta y de las posibilidades efectivas de las
familias reales”. El idealismo aleja de considerar al matrimonio tal
cual es, esto es “un camino dinámico de crecimiento y realización”. Por
esto no es necesario tampoco creer que las familias se sostienen
“solamente insistiendo sobre cuestiones doctrinales, bioéticas y
morales, sin motivar la apertura a la gracia”. Invitando a una cierta
“autocrítica” de una presentación no adecuada de la realidad matrimonial
y familiar, el Papa insiste que es necesario dar espacio a la formación
de la conciencia de los fieles: “Estamos llamado a formar las
conciencias no a pretender sustituirlas” (AL 37). Jesús proponía un
ideal exigente pero “no perdía jamás la cercana compasión con las
personas más frágiles como la samaritana o la mujer adúltera” .
Capítulo tercero: “La mirada puesta en Jesús: la vocación de la familia”
El tercer capítulo está dedicado a algunos elementos esenciales de la
enseñanza de la Iglesia a cerca del matrimonio y la familia. La
presencia de este capítulo es importante porque ilustra de manera
sintética en 30 párrafos la vocación de la familia según el Evangelio,
así como fue entendida por la Iglesia en el tiempo, sobre todo sobre el
tema de la indisolubilidad, de la sacramentalidad del matrimonio, de la
transmisión de la vida y de la educación de los hijos. Son ampliamente
citadas la Gaudium et spes del Vaticano II, la Humanae vitae de Pablo
VI, la Familiares consortio de Juan Pablo II.
La mirada es amplia e incluye también las “situaciones imperfectas”.
Leemos de hecho: “El discernimiento de la presencia de las ‘semina
Verbi’’ en otras culturas puede ser aplicado también a la realidad
matrimonial y familiar. Fuera del verdadero matrimonio natural también
hay elementos positivos presentes en las formas matrimoniales de otras
tradiciones religiosas’, aunque tampoco falten las sombras” . La
reflexión incluye también a las “familias heridas” frente a las cuales
el Papa afirma –citando la Relatio finalis del Sínodo 2015- “siempre es
necesario recordar un principio general: “Sepan los pastores que, por
amor a la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones”. El
grado de responsabilidad no es igual en todos los casos, y puede haber
factores que limitan la capacidad de decisión. Por lo tanto, al mismo
tiempo que la doctrina debe expresarse con claridad, hay que evitar los
juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas
situaciones, y hay que estar atentos al modo en que las personas viven y
sufren a causa de su condición” .
Capítulo cuarto: “El amor en el matrimonio”
El cuarto capítulo trata del amor en el matrimonio, y lo ilustra a
partir del “himno al amor” de san Pablo en 1 Cor 13,4-7. El capítulo es
una verdadera y propia exégesis atenta, puntual, inspirada y poética del
texto paulino. Podríamos decir que se trata de una colección de
fragmentos de un discurso amoroso que está atento a describir el amor
humano en términos absolutamente concretos. Uno se queda impresionado
por la capacidad de introspección psicológica que sella esta exégesis.
La profundización psicológica entra en el mundo de las emociones de los
conyugues –positivas y negativas- y en la dimensión erótica del amor. Se
trata de una contribución extremamente rica y preciosa para la vida
cristiana de los conyugues, que no tiene hasta ahora parangón en
precedentes documentos papales.
A su modo este capítulo constituye un tratado dentro del desarrollo
más amplio, plenamente consciente de la cotidianidad del amor que es
enemiga de todo idealismo: “no hay que arrojar sobre dos personas
limitadas –escribe el Pontífice- el tremendo peso de tener que
reproducir de manera perfecta la unión que existe entre Cristo y su
Iglesia, porque el matrimonio como signo implica “un proceso dinámico,
que avanza gradualmente con la progresiva integración de los dones de
Dios”. Pero por otra parte el Papa insiste de manera fuerte y decidida
sobre el hecho de que “en la naturaleza misma del amor conyugal está la
apertura a lo definitivo” , propiamente al interior de esa “combinación
de alegrías y de fatigas, de tensiones y de reposo, de sufrimientos y de
liberación, de satisfacciones y de búsquedas, de fastidios y de
placeres” es, precisamente, el matrimonio.
El capítulo se concluye con una reflexión muy importante sobre la
“transformación del amor” porque “la prolongación de la vida hace que se
produzca algo que no era común en otros tiempos: la relación íntima y
la pertenencia mutua deben conservarse por cuatro, cinco o seis décadas,
y esto se convierte en una necesidad de volver a elegirse una y otra
vez” . El aspecto físico cambia y la atracción amorosa no disminuye pero
cambia: el deseo sexual con el tiempo se puede transformar en deseo de
intimidad y “complicidad”. “No podemos prometernos tener los mismos
sentimientos durante toda la vida. En cambio, sí podemos tener un
proyecto común estable, comprometernos a amarnos y a vivir unidos hasta
que la muerte nos separe, y vivir siempre una rica intimidad”.
Capitulo quinto: “El amor que se vuelve fecundo”
El capítulo quinto esta todo concentrado sobre la fecundidad y la
generatividad del amor. Se habla de manera espiritual y psicológicamente
profunda del recibir una vida nueva, de la espera propia del embarazo,
del amor de madre y de padre. Pero también de la fecundidad ampliada, de
la adopción, de la aceptación de la contribución de las familias para
promover la “cultura del encuentro”, de la vida de la familia en sentido
amplio, con la presencia de los tíos, primos, parientes de parientes,
amigos. Amoris laetitia no toma en consideración la familia
“mononuclear”, porque es bien consciente de la familia como amplia red
de relaciones. La misma mística del sacramento del matrimonio tiene un
profundo carácter social. Y al interno de esta dimensión el Papa subraya
en particular tanto el rol específico de la relación entre jóvenes y
ancianos, como la relación entre hermanos y hermanas como práctica de
crecimiento en relación con los otros.
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