¿Qué
significa el silencio en la liturgia?
Hay momentos de silencio. ¿Qué significan esos
momentos de silencio?
El silencio litúrgico no es un silencio de
tartamudez; sino un silencio sagrado.
Nos dice
san Juan Clímaco en su libro “Escala espiritual”: “el silencio inteligente es
madre de la oración, liberación del atado, combustible del fervor, custodio de
nuestros pensamientos, atalaya frente al enemigo... amigo de las lágrimas,
seguro recuerdo de la muerte, prevención contra la angustia, enemigo de la vida
licenciosa, compañero de la paz interior, crecimiento de la sabiduría, mano
preparada de la contemplación, secreto camino del cielo “ (Escalón 11–30).
Nos dice
el papa Juan Pablo II en su carta apostólica del 4 de diciembre de 2003, con
motivo del cuadragésimo aniversario de la Constitución Sacrosanctum Concilium,
sobre la Sagrada Liturgia: “Un aspecto que es preciso cultivar con más
esmero en nuestras comunidades es la experiencia del silencio. Resulta
necesario para lograr la plena resonancia de la voz del Espíritu Santo en los
corazones y para unir más estrechamente la oración personal con la palabra de
Dios y la voz pública de la Iglesia. En una sociedad que vive de manera cada
vez más frenética, a menudo aturdida por ruidos y dispersa en lo efímero, es
vital redescubrir el valor del silencio. No es casualidad que, también más allá
del culto cristiano, se difunden prácticas de meditación que dan importancia al
recogimiento. ¿por qué no emprender con audacia pedagógica, una educación
específica en el silencio dentro de las coordenadas propias de la experiencia
cristiana? Debemos tener ante nuestros ojos el ejemplo de Jesús, ´el cual salió
de casa y se fue a un lugar desierto, y allí oraba´(Mc 1, 35). La liturgia,
entre sus diversos momentos y signos, no puede descuidar el del silencio” (n.
13).
¿Por qué hay momentos de silencio en la liturgia?
Es
necesario el silencio para escuchar la Palabra de Dios, para prepararnos a
escuchar esa Palabra. Dios se hizo Palabra en Jesús, y condición para escuchar
esa Palabra es el silencio: silencio del corazón, de la mente, de los sentidos,
silencio ambiental. Hay un hermoso pasaje de la Biblia en 1 Sam 3, 10
cuando el joven Samuel en el silencio de la noche le dice a Dios: “Habla,
Señor, que tu siervo escucha”. Guardamos silencio para escuchar a Dios,
preparar el terreno de nuestra alma para que caiga y germine esa semilla de la
Palabra de Dios en el corazón durante esa ceremonia o celebración litúrgica
(misa, bautismo, celebración penitencial, matrimonio, ordenación, etc); si
estamos dispersos y hablando, la semilla se malogra y se pierde.
¿Cuáles son esos momentos de silencio?
¿Cuáles son esos momentos de silencio?
Antes de
la misa y de cualquier ceremonia litúrgica nos deberíamos preparar con el
silencio, para reflexionar y pensar: ¿Qué vamos a hacer?; ¿con quién vamos a
encontrarnos?; ¿qué nos pedirá Dios en esta ceremonia?; ¿cómo debemos vivir
esta ceremonia?; ¿qué traemos a esta ceremonia?; ¿qué deseamos en esta
eucaristía?; ¿qué pensamos dar a Dios? Por eso urge hacer silencio en la
iglesia antes de la misa, o de un bautismo, o de una boda... Hemos entrado en
el recinto sagrado y hay que preparar el corazón, que será el terreno preparado
donde Dios depositará la semilla fecunda de la salvación.
Silencios en la misa y cuál es su significado
Antes
del “Yo confieso”: es un silencio para ponernos en la presencia del
tres veces santo, reconocer nuestra condición de pecadores y pedirle perdón, y
de esta manera poder entrar dignos a celebrar y vivir los misterios de pasión,
muerte y resurrección de Cristo.
Antes
de la oración colecta: el sacerdote dice: “Oremos”. Es aquí donde el
sacerdote, en nombre de Cristo, recoge todas nuestras peticiones y súplicas,
traídas a la santa Misa. Antiguamente se usaban también otras fórmulas, dichas
por el diácono, para llamar la atención de la asamblea antes de esta oración:
·“Guardad silencio”.
·”Prestad oídos al Señor”.
En este
silencio cada uno concreta sus propias intenciones. Por eso se llama oración
colecta, porque colecciona y recoge los votos, intenciones y peticiones de toda
la Iglesia orante.
Después
de la lectura del Evangelio, si no hay homilía; si hay homilía,
después de la misma. ¿Qué significado tiene ese breve silencio? Dejar que la
Palabra de Dios, leída y explicada por el ministro de la Iglesia, vaya
penetrando y germinando en nuestra alma. ¡Ojalá se encuentre siempre el alma
abierta! ¡Qué pena sería que ese silencio fuera un torbellino de distracciones!
Sería dejar meter los pajarracos que nos comerán esa semilla apenas sembrada en
las lecturas y en el Evangelio.
Momento
de la elevación de la Hostia consagrada y del Cáliz con la sangre de
Cristo en la consagración. Es un silencio de adoración, de gratitud, de admiración
ante ese milagro eucarístico. Es un silencio donde nos unimos a ese Cristo que
se entrega por nosotros.
Después
de la comunión, viene el gran silencio. Silencio para escuchar a ese
Dios que vino a nuestra alma, en forma de pan, silencio para compartir nuestra
intimidad con Él. Silencio para ponernos en sus manos. Silencio para unirnos a
todos los que han comulgado y encomendar a quienes no han podido comulgar.
¡Aquí está la fuerza de la comunión!
También
se recomienda un brevísimo silencio después de cada petición en la oración de
los fieles.Aquí es un silencio impetratorio, donde pedimos por todas las
necesidades de la Iglesia, del mundo y de los hombres.
Articulo Sacado de la Página Catolic.net por el hermano Daniel Morales y como aporte para la fraternidad.
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